Newsletter 181 
 
POLÍTICA SOCIAL II
Artículo: "La evaluación de los conflictos laborales es determinante para decidir inversiones"
 

Las empresas seleccionan el destino de las inversiones en base a la existencia de una serie de reglas de juego permanentes y sustentables, que deben emerger de la transparencia de la gestión y de los actos de gobierno del Estado, de la vigencia de la ley y del sistema jurídico, de la observancia de los pilares y de los valores de la democracia, y a las garantías para que estos factores se proyecten hacia el futuro.
En nuestro país, se incluyen la mayoría de estos ejes en la llamada "seguridad jurídica", en donde ocupa un lugar destacado el ámbito laboral, tanto en el plano de la estabilidad de las normas jurídicas, de la certeza o seguridad que proveen los tribunales en la doctrina de sus sentencias, como en la observancia de los procedimientos y reglas en lo que hace al ejercicio del poder de policía y al poder arbitral para resolver conflictos sociales y de recursos humanos. Se producen efectos irónicos, cuando en el mercado de capitales el flujo se desplaza hacia los paraísos fiscales, o a los países que preservan el secreto bancario, y en materia laboral, hacia aquellos que ofrecen las mejores condiciones, al más bajo costo, y con la mayor productividad en un clima de paz social natural o controlada.
En este plano, las empresas sub-regionalizan sus locaciones en función de necesidades operativas, logísticas o de abastecimiento local o regional. En general una red de supermercados busca liderar el mercado doméstico, mientras que una empresa que produce automóviles suele visualizar los requerimientos de la región.
Ahora bien, en los últimos años, ha llamado la atención los graves conflictos sociales, que se están canalizando en el marco de las relaciones laborales y sindicales, produciendo una serie importante de confrontaciones -muchas de ellas irreconciliables- entre distintos estamentos de la sociedad.
De la comparación de estos factores, esenciales para destinar inversiones en los países de Latinoamérica, surge con claridad, que ha pasado a formar parte del primer plano de observación tanto el clima laboral reinante y el desarrollo de los conflictos laborales individuales, plurindividuales y colectivos.
Si bien los ejemplos de los líderes replican sobre los distintos estamentos de la sociedad, es un factor distintivo hoy en la Argentina un claro estado de efervescencia, de malestar generalizado, y de disconformidad con el actual status quo, unido a la percepción de que nada es posible lograrlo sin un acto de violencia social o psicológica, que muchas veces desencadena la violencia física o material contra las personas o contra los bienes.
La base de sustentación de la mayoría de los eventuales reclamos tiene naturaleza económica, aún cuando no es el único componente, y al contrario, está combinado con otros factores intrínsecos, y otros ajenos a la empresa, que podemos llamar extrínsecos. Tal vez la primera conclusión que debamos extraer de este especial clima de tensión, está dada por uno de los subsistemas más empleados por los grupos más radicalizados, y que genéricamente se denomina "estado de reclamación permanente". El proceso básicamente consiste en establecer una base intercambiable de peticiones, cada una de las cuales se respalda en un agravio subjetivo, y que afecta a un número relativamente importante de trabajadores. Estas demandas deben contar en forma periódica con un evento resonante que fortalezca la voluntad colectiva de las bases para consolidar la energía del reclamo en un punto neurálgico. El objetivo primario es el de crear o potenciar un clima de fuerte insatisfacción, básicamente instalado sobre las emociones individualmente apreciadas, y que tiene por objeto generar temor, inseguridad, impotencia y finalmente, la necesidad de consolidar la lucha en un estado de rebelión, que operan en forma simultánea en forma indiscriminada, contra los líderes de las empresas, contra los responsables gubernamentales, hasta llegar a la demanda contra la sociedad toda.
Los reclamos combinan hechos reales, con otros que son fantasías o consecuencias inverosímiles, pero que contribuyen a la exaltación de los ánimos, y a crear cierta conmoción en la paz social, contrastando deseos, necesidades reales, y un amplio abanico de expectativas, que no se compatibilizan entre sí. En rigor, se busca renovarla y reemplazarla por una batería siempre renovada de reclamos. Es frecuente observar las expresiones erosionar o esmerilar la autoridad, para generar un clima perturbador cada vez más inseguro y conmocionado. Se afectan, no sólo el libre ejercicio del principio de autoridad, sino que además se trata de perturbar la autoestima de los que conducen, y sobrevalorar la hiposuficiencia y la eventual inferioridad de los que reclaman, en base a que los individuos, unidos en una cruzada común pueden equiparar o superar las fuerzas de su oponente.
En un análisis operativo, resulta clara la necesidad de alterar la relación de poder que existe en las organizaciones, con el fin de alterar su funcionamiento lineal y vertical. Muchos autores mencionan este proceso como el "la contractualización de las atribuciones individuales", colectivizando las decisiones. Se reemplaza la atribución por la búsqueda de consensos, el mando por los acuerdos, y el control de la ejecución por la autoridad autogestionada. Siempre se debe escuchar, pero es esencial que siempre que se tome una decisión, todos disciplinadamente la deben acatar. Esta es la base de las organizaciones productivas, que conlleva el ejercicio razonable y funcional de las atribuciones de dirección y de organización.
La alternancia entre agravios individuales, plurindividuales y colectivos, busca eclosionar en los momentos claves cuando se discuten aumentos salariales, adicionales convencionales, y beneficios económicos.
Este clima laboral ha crecido en tensión a partir del año 2005, y hoy se está desarrollando en forma sistemática en la mayoría de las empresas medianas y grandes. Se presenta el falso dilema de si debemos confrontar o contener, y en rigor, la neutralización de las causas de los conflictos radica en encontrar soluciones sólidas y sustentables en el tiempo, que no admitan un rebrote, y en otros términos, que para los afectados de por terminado el diferendo. En otras palabras, las emociones hay que contenerlas racionalmente, y la confrontación debe ser sustituida por procesos y mecanismos que ayuden a las partes a encontrar las mentadas soluciones, participando ambas de la carga y las responsabilidades para lograr que las mismas sean duraderas.

(Editoriales y Opinión)