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ESTUDIOS ECONÓMICOS
Lecturas recomendadas
 

“La maquinaria agrícola en perspectiva histórica: del superávit al déficit estructural”

Daniel Schteingart – Doctor en Sociología

https://medium.com/@danyscht/la-maquinaria-agr%C3%ADcola-en-perspectiva-hist%C3%B3rica-del-super%C3%A1vit-al-d%C3%A9ficit-estructural-8a365d0abc6b

Históricamente, la canasta de exportaciones de Argentina estuvo dominada por los bienes agropecuarios. Sin embargo, a partir de los años ’60 las exportaciones argentinas empezaron a diversificarse y a tener un mayor peso de productos industriales, que pasaron del 3% del total de las exportaciones en 1962 a un 25% en 1974. Son varias las razones de ello, destacándose la maduración de capacidades productivas en el marco de la muchas veces denostada ISI (“industrialización por sustitución de importaciones”). Si bien Argentina fue un país relativamente cerrado al comercio durante la segunda posguerra, ello no implicó que la industria local no experimentara ciertos procesos de aprendizaje a partir del “learning by doing” (la protección me permite poder producir, y a medida que produzco, produzco mejor, en un marco de cierta competencia interna).
Un dato interesante es que el período 1964–1974 fue el único de la historia de Argentina en el que se dio la combinación de dos factores: a) fuerte crecimiento económico e industrial, y b) exportaciones industriales creciendo más rápido que las importaciones industriales. Hasta el momento (y después de ese decenio) la combinación de a) y b) fue imposible: o bien el crecimiento económico acarreaba un boom de importaciones (conduciendo a la insustentabilidad externa), o bien el saldo comercial industrial mejoraba solo en momentos de recesión (como 1982, buena parte del gobierno de Alfonsín, 1995, 2002 o 2009 por poner algunos ejemplos).

Veamos a continuación qué pasó con un sector intrínsecamente ligado al agro argentino: el de la maquinaria agrícola. Existe cierta visión de que “sin regulaciones que molesten al agro, el agro vuela y ello tracciona a la maquinaria agrícola”. La evidencia histórica relativiza tal aseveración. Está claro que un agro pujante demanda maquinaria agrícola. Pero, ¿de qué nacionalidad? ¿Maquinaria agrícola importada o nacional?

En el gráfico a continuación podemos ver el “saldo comercial relativo” histórico de la maquinaria agrícola en Argentina. La evolución del saldo comercial relativo permite ver si las exportaciones de un sector están creciendo más o menos rápidamente que las importaciones de tal sector. Es una variable que oscila entre 0 y 100, y que se define como “el porcentaje de las exportaciones del sector x en el total intercambiado del sector x” (el total intercambiado es la suma de exportaciones e importaciones). El indicador da 0 si de cada 100 dólares intercambiados en el sector, 0 son exportaciones y 100 importaciones. Por el contrario, un indicador de 100 significa que el total intercambiado se compone de exportaciones. Si el índice da 50, ello implica que tenemos saldo comercial sectorial neutro (de cada 100 dólares intercambiados en un sector -por ejemplo, maquinaria agrícola-, 50 son exportaciones y 50 importaciones). Si el índice da 75, ello implica que de cada 4 dólares comerciados en el sector, 3 son exportaciones y 1 importaciones. En suma, si el índice da mayor (menor) a 50, ello supone que tenemos superávit (déficit) comercial en el sector.

En 1962, el saldo comercial de maquinaria agrícola era profundamente deficitario: de cada 100 dólares comerciados en el sector, 99 eran importaciones y tan solo 1 exportaciones. Sin embargo, ello comenzó a revertirse gradualmente, de la mano de la maduración de capacidades productivas en el sector que le permitieron salir a exportar a otros países (mayormente latinoamericanos). Por primera vez en su historia, en 1973 Argentina logró ser superavitaria en maquinaria agrícola. Para 1974, de cada 5 dólares comerciados en el sector, 4 eran exportaciones y tan solo 1 importaciones. Al igual que ocurrió con otros sectores industriales (textiles, calzado o automotriz, por ejemplo), Argentina pasaba a ser superavitaria en sectores tradicionalmente deficitarios, reduciendo así la crónica tendencia hacia la crisis de balanza de pagos que había caracterizado al período 1949–1962.

La política económica de la dictadura militar (si bien relativamente pro-agro, fue muy dañina para el entramado industrial) revirtió esa tendencia. No sólo la economía en su conjunto cayó durante el período 1976–1983, sino que además se desandó drásticamente el carácter superavitario de la maquinaria agrícola. Para 1981, en pleno boom importador (agravado por una fenomenal apreciación cambiaria), el saldo comercial relativo del sector había pasado de un 80% a menos de un 20%. La devaluación de 1982 mejoró tal saldo, pero a costa de una profunda recesión en el conjunto de la economía. Durante el gobierno de Alfonsín, solo en 1986–88 Argentina logró volver a ser superavitaria en el sector, en el marco de subsidios a exportaciones industriales y a un marcado estancamiento económico, que “mantenía a raya” las importaciones por falta de demanda (e incluso generaba stocks exportables).
A partir de la nueva oleada de apertura comercial de los años ’90 (también conjugada con apreciación del tipo de cambio y escasez de políticas industriales), el sector de maquinaria agrícola volvió a ser crónicamente deficitario. Entre 1991–2001, de cada 100 dólares comerciados en el sector, 91 fueron importaciones y tan solo 9 exportaciones. El libre mercado lejos estaba de generar “encadenamientos” automáticos entre el agro (sector donde Argentina es competitiva cuando las regulaciones son bajas, como en los ’90) y los proveedores de tecnología para el sector (como es el caso de maquinaria agrícola).

Durante la posconvertibilidad, ello no logró revertirse. Entre 2005–2009 las exportaciones de maquinaria agrícola crecieron más rápido que las importaciones, pero sin revertir el déficit estructural del sector. A partir de 2009, ese proceso se frenó.

En resumen: el fomento al agro por la vía del libre mercado no redunda automáticamente en eslabonamientos con sectores industriales complejos, como el de maquinaria agrícola. Fomentarlo requiere de políticas de apoyo específicas, que privilegien la producción nacional en lugar de la salida fácil de la importación. Con libre mercado a secas difícilmente exportemos mucho más que granos con poco valor agregado. Si países como Noruega lograron generar una densa red de proveedores a su industria petrolera (con el impacto en términos de producción, empleo, divisas y dinamismo tecnológico que implica), ello se debió a un vasto set de políticas públicas destinadas a ello. Lo trataremos en otro post.